Arranco el día posponiendo la alarma por quinta vez. Debería levantarme, ser productiva, desayunar algo saludable, sino no llego al verano. No, no pienses eso. Amate, aceptate.
Pongo agua para el mate y abro Twitter: parecería que hay que elegir un bando, Antonella o Wanda, ahora que sus maridos juegan juntos en el PSG. Me cebo el segundo mate y prendo la tele: me recomienda Cinthia Fernandez en LAM un polvito mágico para no engordar, Satial. En otras noticias, Pampita a 2 semanas de dar a luz está bailando en Showmatch. No llego al verano, pienso de nuevo.
Esto me lleva a preguntarme: ¿cómo podemos surfear estas olas (o muchas veces tsunamis) de estereotipos, ideales inalcanzables y desigualdades de género en nuestro día a día? ¿Cómo está representada la mujer en nuestra sociedad y en los medios de comunicación y qué subjetividades nos atraviesan al hablar del género femenino?
Por un lado, tenemos una marea de tweets, memes y noticias que se esmeran en comparar y rivalizar a Wanda Nara y Antonela Roccuzzo exigiendonos una elección: “la preferida”. ¿Quién es mejor madre/esposa? ¿Quién se viste mejor? “Ahora que llegó Antonela, ¿se terminó el “reinado” de Wanda en París?” decía un titular en La Nación. Preguntas cómo estas parecen inofensivas y juguetonas pero no lo son. Estas concepciones binarias y reduccionistas de “la santa” y “la puta”, la “buena” y la “mala” que retratan a Wanda y Antonela perpetúan una y otra vez las falsas ideas de que las mujeres no podemos ser sororas, somos “bichas”, siempre criticando a la de al lado. Me pregunto: ¿Vieron algún titular cuestionando el tipo de recibimiento de Icardi a Messi en el equipo? No, ¿no? A los medios no les pareció pertinente mostrar si Icardi fue cálido o no con su compañero o una batalla de looks/estilos entre ambos.

Por otro lado, en la televisión nos encontramos con Cinthia Fernandez en LAM poniéndole un “polvito mágico” a un alfajor de chocolate. Este suplemento para adelgazar y que “absorbe los carbohidratos” es publicitado por y para las mujeres, prometiendo algo que no va a cumplir: “le pongo Satial y me lo como tranquila” dice Cinthia. ¿Acaso no podemos comerlo “tranquilas” y sin culpa? Las campañas publicitarias engañosas (y masivas) de productos para adelgazar lucran con nuestros cuerpos, con nuestra salud física y mental sin ningún tipo de remordimiento. ¿Hasta cuándo vamos a seguir viendo esto en la tele?
Por último, no está de más recordar cómo los medios de manera incansable e incesante mostraron miles de imágenes de la vuelta de Pampita a su trabajo, modelaje y cuerpo hegemónico a días de haber parido. Bombardeada por esas fotos me planteo: ¿Qué ideales inalcanzables de belleza nos están imponiendo al mostrar esta madre y mujer impoluta y “perfecta”? ¿Acaso alguna mujer argentina promedio
(sin un equipo de estilistas, nutricionistas y quién sabe qué más) podría llegar a ser cómo Pampita? La respuesta en la gran mayoría de los casos sería que no, sin embargo, es la imágen más reproducida y la que más parecería representar lo que es “ser mujer” en los medios actuales.

¿Cómo podríamos entonces corrernos de esos discursos hegemónicos e irreales de lo que es ser una mujer en Argentina y abrazar quienes somos?
Desde Bellamente creemos que el camino podría empezar a pequeña escala: mirando de qué discursos nos rodeamos, qué contenido vemos en nuestras redes sociales -a qué le damos like- y qué estereotipos reproducimos (y producimos). Sigamos a influencers que nos hagan bien, miremos series que nos interpelen, que aplaudan las diferencias, que muestren diversidad corporal y de género, por ejemplo. Desafiemos al algoritmo, seleccionemos los medios de comunicación y el contenido que nos represente.
Nota escrita por: Lucila Lendner